viernes, 31 de julio de 2015

Cuento sin principio pero con final

sentóse el escritor en la silla de siempre, tomó el café cargado de siempre...
...pero no supo qué escribir.

FIN

miércoles, 17 de junio de 2015

Toca la puerta

Toca la puerta antes de entrar:
quizá mi alma esté fuera de mi cuerpo, y la vayas a espantar.

Toca la puerta antes de entrar:

tal vez mis pensamientos se estén organizando, y los vuelvas a desorientar.

Toca la puerta antes de entrar:
posiblemente esté soñando con mi próxima forma viviente, y vayas a despertarme.

Toca la puerta antes de entrar:
posiblemente sea un fuego intenso en ese instante, y vayas a convertirme en cenizas.

Toca la puerta antes de entrar:
puede ser que mi existencia al fin encuentre su lógica, y vayas a hacerme desaparecer.

Sin embargo, tocaste la puerta. Mi alma se espantó, mis pensamientos se desorientaron, me despertaste, me convertiste en cenizas y, finalmente, desaparecí.

sábado, 30 de mayo de 2015

Partida

El viernes por la tarde, Alexia alistó la maleta de viaje, introdujo en ella solo lo que necesitaba. Su viaje no era largo, pero le serviría para pensar bien la decisión que ya había tomado. Como la noche anterior, las lágrimas brotaron de sus ojos; como la noche anterior, el recuerdo del primer beso le recordó su breve historia de amor.
En el balcón, Giacomo contemplaba el gris firmamento; se buscaba a sí mismo en él, pero su preocupación bifurcaba ese pensamiento y se dividía en dos decisiones por tomar: abandonar los tormentos de su relación o acudir a ellos una última vez y vivir tormentosamente feliz.
Alexia viajaba, y la canción del adiós sonaba en sus oídos. Giacomo fumaba, y el poema del ayer pronunciaban sus labios. Era él para ella, era ella para él, pero nunca se dieron cuenta: jugaron a estar equivocados.

Pasaron cuarenta y tres años, Giacomo murió de cáncer, Alexia tuvo dos hijos. Sus ojos se pierden en una fotografía donde ella, sentada al lado de un joven Giacomo, sonríe y deja ver sus prominentes pero encantadores incisivos, era una de esas pocas sonrisas que dejaba escapar de manera natural.
¿Qué hubiera sucedido si aquel viernes dejaba la maleta e iba por él? - pensó.
La respuesta a su pregunta la expresó con sus arrugados labios: nunca hubiera muerto, aquel tormentoso pero sublime amor podía curar cualquier enfermedad, incluso el cáncer.



viernes, 29 de mayo de 2015

Poesía

- ¿Qué te gustaba más de ella?
- Su poesía
- Pero, ella no escribía, ¿o sí?
- No, pero su mirada, su andar acompasado, su risa, su esencia misma era poesía.

sábado, 28 de febrero de 2015

Mi memoria vagabunda

Mi nombre es Octavio Ledesma Esteve, soy un hombre senil y siento que he vivido mucho.


Mi padre me contó una vez que me pusieron ese nombre por ser el último de sus ocho hijos; por otro lado, mi madre afirmaba que heredé el nombre de su padre, mi abuelo, de quien no solo heredé el nombre.

Al principio parecía algo no preocupante, pero con el transcurrir de los días, los meses y los años, noté que olvidaba las cosas más seguido. Inicialmente creía que el estrés de las cuentas del banco y el fondo de pensiones tenía enmarañada mi memoria, pues perdía la cuenta y las cifras me eran difíciles de seguir analizando, por esa razón me sentía estúpido e iba por una taza de té; me sentía tan turbado como cuando perdí a Ofelia, en marzo del noventa y ocho, y me parece curioso que esa fecha aun la recuerde.
Y recuerdo esa fecha como la vez en que salí a comprar unos huevos a la tienda por la mañana, pero en la calle me sentí confundido y las direcciones no me eran familiares, intenté llamar por teléfono a Tobías, un jovencito de catorce años que suele hacerme mandados por unas cuantas monedas, pero hasta olvidé su número telefónico. Traté de no entrar en pánico y caminé tantas veces hasta que de alguna manera extraña hallé la puerta blanca de mi casa. 

Confieso que tengo temor ir a un médico, la verdad es que solo sirven para dar diagnósticos estúpidos y desalentadores. A esta altura ya nada importa, los médicos no pueden hacer nada para revertir todo el tiempo que he perdido dando vueltas en la calle buscando mi casa, todo el tiempo que demoré buscando el control remoto para encender la televisión, todo el tiempo que tardé en salir de la casa porque olvidé dónde dejé las llaves, todo el tiempo amargándome conmigo mismo por no reconocer a mis vecinos sino hasta después de cierto tiempo.
Tengo miedo de perderme en mi propio laberinto; no recuerdo dónde dejé las píldoras, a veces tampoco recuerdo dónde suelo dejar el dinero para la cena. Han abierto la puerta de la casa y un joven preocupado entra diciendo ser mi hijo, no lo conozco, pero quizá tenga razón. El joven conversa conmigo mientras una lágrima resbala por su mejilla, trata de convencerme de que soy su padre, y me siento fatigado, confundido y emocionado en exceso; no suelo reaccionar de esa manera, sin embargo lo he hecho: he reaccionado con violencia, y he roto el florero favorito de Ofelia, esto me causa tanto dolor que no puedo contenerme. Mi hijo me acompaña, me abraza y me lleva al dormitorio, allí me hace entender lo vagabunda que es mi memoria: yo, simplemente, le explico que quizá mi memoria siente verguenza de que una decrépita cabeza la albergue y por eso decide huir de mí.

He despertado en una habitación desconocida, junto a un extraño, tiemblo del susto y la oscuridad de la madrugada enciende más temor en mí. Este señor no entiende que este no es mi lugar, mi lengua parece no expresar lo que trato de decir, no puedo hablar ni siquiera bien..., a lo lejos escucho a más personas acercarse, quizá vengan a llevarme a ese lugar donde los viejos son olvidados, o quizá ya es tiempo de despedirme de mi padre, mi madre, mis hermanos y mi abuelo, el olvidadizo.

Una plenitud en mi vida fue hasta cierto punto, hasta que la sopa se enfriaba sin razón, hasta que las llaves aparecían mágicamente sobre la mesa de la cocina, hasta que las calles cambiaron de nombre, hasta que al sacarme los zapatos me fijaba en que tenía puestos dos calcetines en un solo pie. Ya ni sé por qué estoy llorando, quizá sea porque las enfermeras me tratan con asco al saber que mi incontinencia fecal ha empeorado los últimos días, o porque un hombre longevo y de mirada vacía me observa desde un espejo.

A veces solo recuerdo que fui Octavio Ledesma Esteve, un hombre senil que ha vivido mucho.

lunes, 9 de febrero de 2015

私たちの思い出

Kiyoshi no era el único en quedarse en el aula, Mizuki también lo hizo. Él esperaba que ella avanzara primero, ella esperaba que él lo hiciera sin dudar; sin embargo, ambos coincidieron en caminar al mismo ritmo. Era algo impredecible al principio, pero sublime.

Al llegar a casa, el muchacho abrió la gaveta del escritorio de su cuarto y extrajo el cuaderno que había acoplado como diario, cerró la puerta (no sin antes haber avisado que no cenaría) y se dispuso a escribir todo lo que había ocurrido en un día de su complicada existencia.

-"Es un poco difícil saber exactamente por dónde empezar, pero supongo que desde la llegada a la escuela está bien...

cuando llegué a la escuela, Yamato y Jiro me saludaron como de costumbre, pero algo en sus miradas no me convencía de que este era un día cualquiera. ¿Qué sucede? - pregunté. Mmm, no creo que quieras enterarte - dijo Yamato, casi susurrando. Pero, ¿al menos pueden darme pistas? - cuestioné a mis misteriosos amigos. Ya, pero no digas que nosotros te lo dijimos - advirtió Jiro. En realidad, ambos sabemos que Haruka ya no es la misma de antes contigo, porque se nota hasta en la forma en que te saluda - afirmó Yamato, parecía confundido y a la vez resuelto. ¿Pero qué sucede con Haruka? eso de que se ha alejado de mí lo sabemos los tres - dije a mis extrañados amigos. Sí, pero es mejor que vayas a verla ahora mismo - finalmente sugirió Jiro. En ese momento no dije ni una palabra más y fui directo al aula de Haruka (sabía que aun no entraba a clase y podía encontrarla antes de que entre).
No avancé más y me detuve en el camino, me escondí detrás del cerezo y solo contemplé la escena incómoda de esta mañana: Haruka conversaba quién sabe qué cosas con Kwang y sonreía cada vez que este mal nacido habría la boca para decir algo. Eso realmente me llenó de impotencia...   no podía hacer nada: ¡Haruka nunca estuvo conmigo! pero se supone que salíamos o hacíamos algo parecido. Como sea, aceptemos la realidad, Haruka salió de mi vida a las ocho con dos minutos de la mañana de este día.
Luego de esa decepcionante escena, mi mente se distrajo unos minutos pensando en borrar todos los planes a futuro con Haruka...  ¡Dios! ¿en serio soy así de estúpido?
Jiro y Yamato no hablaron en el resto del día conmigo, supusieron que andaba mal por dentro y ya me conocen, saben que rechazo los libros de autoayuda y los abrazos estúpidos que "ayudan a retomar la fe en las personas y en uno mismo". Me sentí mal; lo acepto, hasta ahora me siento así, pero mi fe en la humanidad aun no se pierde, aun siento que hay algo más, que hay otras fronteras que cruzar. 
Cuando la clase del sensei Taiyo se tornaba aburrida, logré vislumbrar - como cuando se ve el arcoiris después de la torrencial lluvia -  a una muchachita que irradiaba un aura celeste desde el rincón del aula, su cara era conocida, era alguien de la clase, y de pronto... ¡Oh, Dios, era Mizuki! se había cortado el cabello de una manera que la hacía ver más atractiva.
Mizuki, sabía algo de ella, sabía que en su casa no la trataban bien. Una vez, Jiro me contó que le había visto un raspón en la rodilla, y es curioso porque ella no practica deportes por un mal de su corazón o algo así, entonces supuse que alguien en su casa la había lastimado. Eso era lo único que sabía de ella hasta ese momento, y escribo hasta ese momento porque el resto del día aprendí y supe más de ella con tan solo verla y escudriñar en sus ojos de preocupación y ternura, con tan solo notar los pliegues de su vestido oscuro, con tan solo fijarme en la forma en que se muerde el labio inferior cuando está aburrida. Para no parecer un estúpido enamoriscado dejaré de escribir de esa forma y solo afirmaré algo: ella me gusta en cierta forma, y es agradable verla, pero más agradable es coincidir al final del día, porque fue al final del día en que ambos nos quedamos solos en el aula, sin saber si ir y dejarnos escapar o quedarnos una eternidad solo los dos. 
Apartando lo agradable que fue estar cerca de Mizuki y cambiando de tema, salí de la escuela como un bólido, pero no duró mucho mi carrera en la bicicleta, pues una voz me llamó, era una voz femenina...  era la traicionera voz de Haruka, quien se acercaba a mí como trotando, sosteniendo su morral con ambas manos. Toma - dijo ella, extendiéndome algo con sus blancos y alargados dedos - es una carta, espero que la leas hoy mismo, hasta mañana, cuidate. Hata mañana - dije, con voz seria, sin sonreir ni por un segundo..."

Kiyoshi no quería abrir la carta en ese instante, pero lo hizo solo para completar de escribir lo que había sucedido ese día en su vida, pero no volvió a escribir esa noche; se dirigió a la cocina y tomó la caja de fósforos, inmediatamente después buscó en la gaveta algo que pertenecía a la muchacha, y lo encontró: la pulsera que semanas atrás le había obsequiado como recuerdo. Esa noche, además de incendiar la pulsera, también incendió una parte de su vida, su impulsividad actuó más que él.

lunes, 24 de noviembre de 2014

Saludo


Buenas tardes, cielo.
Buenas tardes, tierra.
Buenas tardes, mar.
Buenas tardes, mariposa .
Buenas tardes, hormiga .
Buenas tardes, escarabajo.
Buenas tardes, girasol.
Buenas tardes, tulipán.
Buenas tardes, alga.


Buenas noches, mujer.

Cuento sin principio pero con final

sentóse el escritor en la silla de siempre, tomó el café cargado de siempre... ...pero no supo qué escribir. FIN