Era un lobo que caminaba solitario después de dejar huir una presa, de pronto apareció una liebre blanca, muy escurridiza. El lobo la vio y en seguida la capturó.
Era muy temprano y el sol dañaba sus ojos, el lobo la vio entre sus garras, la liebre solo temblaba y susurraba en silencio. El lobo logró escuchar esto: "por favor Dios que no me coma, por favor que no lo haga".
Pensó que la liebre era un tanto especial, sintió algo dentro que bloqueó el hambre.
A la liebre le encantaban los ojos de su enemigo, el lobo se preguntaba ¿qué tengo en la cara, que no deja de verme?, el lobo se acercó a la laguna y descubrió sus ojos hermosos. La liebre, con cierto temor se acercó y en el agua vio también su hermosura.
Al saber que ella era hermosa, la liebre desapareció dando brincos y dejando atrás al que antes se fijó en ella, entonces el lobo decía: "Vuelve, por favor Dios haz que vuelva".
El lobo pensó que sería mejor así y siguió hambriento. En el camino pudo ver a la liebre atrapada en las garras de otro lobo, ella le decía: "qué hermosos ojos", pero este lobo se la devoró en seguida.
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