viernes, 20 de septiembre de 2013

Luna


Hace muchísimos años atrás había una casita pequeña y de aspecto triste, en medio de un bosque y alejada del pueblo. En ella vivía un hombre solitario, joven, trabajador y amante de la naturaleza, llamado Bernardo.
En esos tiempos se podía ver a la luna más grande que ahora y a Bernardo le encantaba salir todas las noches solo para verla y escribirle poemas hermosos. El joven  imploraba todas las noches a la luna, pidiéndole se convierta en mujer y así poder expresarle su amor de forma directa.
Una noche, la luna se apiadó de él y, convertida en mujer, bajó hasta el hombre que se hallaba dormido en una silla, afuera de su casa. Esa noche se tornó muy oscura y solo la casita del hombre se hallaba iluminada con la belleza de la luna. El hombre despertó y se emocionó al verla, ella asustada regresó a su lugar en el cielo.
Los días siguientes la luna bajaba sin timidez, hasta que llegó el día en que Bernardo le pidió sea su novia, ella aceptó y ambos fueron felices…
Pasados los días, la gente del pueblo se dio cuenta que la causa de la oscuridad era porque la luna solo iluminaba la casita del bosque. Enfurecidos, los pobladores fueron hasta la casa de Bernardo, tomaron a la fuerza al joven, lo metieron en un ataúd de madera y lo lanzaron al río; mientras la luna, asustada, fue lanzada por las iracundas personas hacia el cielo, a una distancia más alejada de la que normalmente se encontraba, y le advirtieron no volver a acercarse más a la casita del bosque.

Desde ese momento los pobladores vieron más alejada a la luna y se sintieron tranquilos con su luz nocturna. Algunos aseguran que en noches de oscuridad, la luna se ausenta para bajar a cualquier río del mundo y buscar a su amado Bernardo, gritando clamorosamente: “Bernardo, amado mío, te sigo esperando, vuelve conmigo”.

Cuento sin principio pero con final

sentóse el escritor en la silla de siempre, tomó el café cargado de siempre... ...pero no supo qué escribir. FIN