martes, 22 de abril de 2014

A las sombras

A la sombra de un viejo árbol es que el joven huérfano sentóse a reposar, y recordar el pasado tormentoso le hizo llorar.
A la sombra de los árboles de la vía hacia San Juan, caminaba - lastimera - la jovencita que rehusaba a casarse, y escapando de su tormentosa y comprometida vida, echóse a andar.

Ahí estaban, ambos por encontrarse; ambos pesarosos, a la sombra de los árboles y del resto del mundo. Tan solo unos pasos más, solo unos breves movimientos de piernas iniciaría una novela extensa donde litros de tinta correrían a través de las páginas de uno, dos o hasta tres libros. Tan solo unos pasos más...


Pero, sucede que los caminos bifurcaron y la jovencita, presurosa, escapó por uno de ellos. Por su parte, el joven echó a andar. Ambos separados, cada uno con su historia.

Despuntaba el sol y el cielo palidecía lentamente, las aves cruzaban el cielo con lentitud y los peces, apenas se distinguían en el mar. Todo eso sucedía, pero el encuentro, ¡jamás!
Finalmente, y cansada de huir, la muchachita descansó sobre la sombra de un árbol, un viejo árbol que se hallaba en el camino a San Juan. ¡Sí!, había regresado por donde vino, solo había regresado a donde estaba el joven huérfano, pero éste no se hallaba, y ella no lo extrañaba (pues nunca se conocieron). El joven, aun enjugándose las lágrimas caminaba descalzo, viendo acercarse la noche, y extrañaba a su árbol del camino a San Juan, pero extrañaba más las sombras de los árboles donde creció.

Ambos alejados. Ambos extrañamente conectados por las sombras de los árboles.


Eran aproximadamente las seis de la mañana. El padre de la jovencita corría a la hacienda, luego al campo, finalmente al arroyo, y no la halló. Para entonces, ella ya se hallaba camino a San Juan, bajo las sombras de los árboles y no a la sombra de un matrimonio forzado. El muchachito, mientras tanto, hacía rato que eligió un camino que lo llevara a San Juan, donde trabajaría y se forjaría un futuro próspero. Y tal vez, en el camino, encuentre a la jovencita.

Cuento sin principio pero con final

sentóse el escritor en la silla de siempre, tomó el café cargado de siempre... ...pero no supo qué escribir. FIN